La lucha iniciada en 1994 en la que se buscaba el cierre del basurero
Copalita, unió a la comunidad indígena de Ixcatán y en lo posterior a
otros once pueblos de la Barranca que hoy sobreviven y luchan contra las
amenazas latentes a su entorno.
La urbanización masiva del norte de Zapopan -en todo el valle de
Tesistán- y la instalación de basureros en la parte alta de la barranca,
son de sus mayores problemas.
Y es que la contaminación que arrastra el
río Santiago desde El Salto y hasta más allá del municipio de San
Cristóbal de la Barranca, pone en extrema vulnerabilidad a los
pobladores de la zona.
San Lorenzo, Huaxtla, Ex Hacienda del
Lazo, San Isidro, San Esteban, Milpillas y San Francisco de Ixcatán se
mantienen en resistencia desde hace varios años y han logrado un
desarrollo comunitario distinto.
En la comunidad de Ixcatán, la defensa de
su territorio va desde las manifestaciones y acciones legales en contra
de los desarrolladores inmobiliarios y operadores de los vertederos
hasta la apropiación de sus tierras a través de la cultura.
La relación con los gobiernos de los tres
niveles no ha sido sencilla, sobre todo con el gobierno municipal de
Zapopan, localidad a la que pertenecen los 12 pueblos de la Barranca.
“Estamos resistiendo al crecimiento
urbano salvaje y eso nos ha permitido preservar un espacio limpio, digno
para vivir por que aquí nacimos, vivimos y nos queremos morir”, señala
José Casillas miembro de la comunidad indígena de San Francisco Ixcatán.
Pero su forma sencilla de vivir parece no
coincidir con el proyecto de ciudad que el municipio pretende impulsar
en los próximos años.
“Hay mucha testarudez de parte de los
gobiernos para comprender que nosotros tenemos los mismos derechos que
cualquier citadino”, expone Casillas.
Quien también cuestiona que se le dé menor importancia a la contaminación de la barranca frente a espacios como La Primavera.
Y es que a dicho del entrevistado la
biodiversidad de la Barranca es única y además solo está por debajo de
la Reserva de la Biósfera de Manantlán, al sur de Jalisco.
Por lo que la protección del territorio
ya no sólo se limita la lucha de los 12 pueblos de la zona sino es un
deber de todos los que habitan la Zona Metropolitana de Guadalajara
(ZMG), apunta Casillas.
“No ha entendido el gobierno municipal de
Zapopan ni los gobiernos metropolitanos ni el del Estado, que si matan
La Barraca, están matando la propia ciudad por que a la par del bosque
de la Primavera es La Barranca la que le da oxigeno suficiente a la
ciudad”.
Contaminación y agua
Uno de los conflictos principales de San Francisco de Ixcatán es la escasez de agua.
El poblado de mil 500 habitantes tiene solo cuatro fuentes naturales de abastecimiento.
Ixcatán se ubica en el kilómetro 25 de la carretera a Saltillo, a escasos 30 minutos de las avenidas Alcalde y Periférico.
Su ubicación geográfica le da una latitud de mil 200 metros arriba del nivel del mar y por ende es zona de ojos de agua.
Pero la instalación de basureros así como
la ampliación masiva de fraccionamientos en todo lo alto de Tesistán
hacen de poblados como Ixcatán espacios vulnerables.
“Los basureros estén en nuestras
cabezas”, expone José Casillas quien explica que una de las fuentes de
agua viene del Poblado la Soledad.
En ese lugar, en 1994 lograron cerrar el
basurero Copalita pero desde entonces los lixiviados siguen activos –no
se tratan- y se continúan derramando en el cause.
Además los basureros Pichachos de
propiedad municipal y Hasar’s de particulares, siguen contaminando los
causes de ríos sin mayor atención.
José Casillas explica que el gobierno
federal ha permitido la perforación de grandes pozos par la extracción
de agua y concentración de drenajes que ahora afecta a los colonos de
abajo, a los pueblos de La Barranca.
Algunos de los fraccionamientos como
Molinos 1 y 2, así como la empresa desarrolladora Ara han aprovechado de
la liberación de los planes parciales para disparar la poblaciones
urbanas en esa zona que antes era rural.
De hecho las primeras amenazas a su
territorio vinieron con la quema clandestina de todos esos terrenos que
después fueron fraccionados.
La defensa del dormitorio
De seguir la tendencia de urbanización y
uso irracional de los recursos, los pueblos de La Barranca
desaparecerán, estima Casillas, quien insiste en que se debe mantener
una resistencia sólida.
Y es que la necesidad económica ha
orillado a buena parte de lo pobladores de esta zona a buscar en la
ciudad sus fuentes de trabajo, no obstante la mayoría continúa generado
producción para el autoconsumo.
Casillas relata que al interior del
comisariado ejidal son continuas las propuestas de compra de terrenos
por parte de particulares que buscan explotar La Barranca como espacio
para el campismo y el turismo ecológico.
Esa también es considerada como una amenaza su territorio, no por eso menor frente a asuntos ambientales.
“Pero nosotros lo queremos así para la
convivencia y para el disfrute de nuestros hijos. Más que para hacer
negocio (…)no es para comercializar, es para vivir en ella, disfrutar de
ella y heredarla a la futuras generaciones”, señala el entrevistado.
Y es que para habitantes de la zona esta
lucha es por el legado que dejarán a sus hijos, pues buscan conservar
sus costumbres y territorio.
Es por eso que ahora se organizan
recorridos por el territorio, para así conocer su riqueza y recuento de
la plantas endémicas que pueden ser útiles para comer o servir de
combustible para cocinar.
Ya se elabora un catálogo de animales,
geografía y espacios de extracción de agua que servirán para que las
nuevas generaciones conozcan su territorio.
En Ixcatán se siguen conservando la
tradiciones por las fiestas patronales y la representación de los
Tastoanes y la pinta de murales en lo que se expone su historia y lucha.
Los vertederos, amenaza latente
En 2009 fue claro el quiebre entre las
autoridades municipales y los pobladores de las casi 12 mil hectáreas
que cubre la barranca, al norte de Zapopan.
Vecinos de las poblaciones de Huaxtla,
San Lorenzo, Milpillas, Mesa de San Juan, Ixcatán y La Soledad exigían
el cese absoluto de las contaminación de los arroyos y cauces de agua de
los tiraderos Picachos y de la empresa Hasar’s.
Y es que desde hace más de dos décadas
tanto el Gobierno del Estado como el municipio han insistido en utilizar
parte de ese territorio de La Barranca para el depósito de basura de
buena parte del municipio de Zapopan.
Tras una larga lucha de los habitantes de
la región se logró la construcción de una planta de tratamiento en el
vertedero Picachos, en la que el municipio invirtió más de 60 millones
de pesos.
El proyecto fue pagado a la empresa Daf
Water Technology con un sobre precio superior a los 10 millones de pesos
según dio a conocer Reporte Indigo.
Pero además resultó insuficiente para la
cantidad de lixiviados que producen los vertederos de la zona, que cada
día reciben diariamente más de 2 mil 500 toneladas de basura.
A tres años de la firma de ese convenio
se ha detectado que los lixiviados de ambos basureros y que son
descargados al arroyo Grande de Milpillas contienen aún metales pesados
por encima de la norma ambiental como cianuro, mercurio, arsénico y
cromos totales.
Además la autoridad municipal no ha cumplido con el convenio de reparación de daños.
Según un reporte que realizó la Asamblea
Regional de Afectados Ambientales y Enlaces de los Pueblos de La
Barranca del río Santiago, Zapopan no cumplió con su compromiso de
realizar un estudio sobre la calidad del agua en las cuencas de
Milpillas y la Soledad.
La Procuraduría Estatal de Protección al
Ambiente (PROEPA) tampoco hizo su parte y no ha realizado estudios de
calidad del agua en la zona.
El municipio de Zapopan no ha iniciado
las obras sociales que había convenido a favor de las comunidades como
la construcción de un pozo para agua potable, equipo de bombeo, tanque y
sistema de distribución.
Tampoco la edificación del puente en el vado del río La Soledad, ni la casa de Salud del poblado de Ixcatán.
Ante dicha situación, los pobladores
amenazan con realizar nuevas movilizaciones, denuncias públicas y se
valoran incluso el cierre de los dos vertederos tal como hicieron con
Copalita hace casi 20 años.
Las Lorenas
Las mujeres de Ixcatán ya no cocinan con
gas. Decidieron hace casi 6 meses dejar la comodidad y los altos costos
del combustible procesado para iniciar un proyecto de estufas de lodo y
arena, conocidas como Lorena.
Son fogones sencillos pero construidos con ciertos aditamentos técnicos que las hacen funcionales y prácticas.
Es un mueble de barro construido a la
altura de la cadera sostiene un comal retraíble, cuadrado y con
capacidad hasta de cuatro ollas, que a su vez se une a un tubo que
extrae el humo de la leña.
Esta estufa retiene el calor e impide que
el humo de la leña quemada lo aspire la cocinera, evitando así
enfermedades respiratorias.
Para cocinar, se utiliza leña de la
región: Guaje Rojo, Guamúchil, Guayabo Criollo, Huizache que se consigue
en el cerro y aporta -según comentan las entrevistadas- más sabor a sus
alimentos.
“Es que con leña todo sabe más bueno, hasta los frijoles”, bromean entre ellas.
Para muchas, la estufas Lorena han sido un fórmula exitosa de ahorrar dinero.
Susana Jáuregui se dedica a vender
tamales y guisados, ordinariamente consumía dos tanques de gas y su
gasto mensual en combustible era de 700 pesos.
En entrevista refiere que ya no invierte
ese dinero en gas y utiliza menos de tres barras pequeñas de madera para
cocinar sus productos.
La estufa no sólo concentra calor, también puede conectarse al sistema de calefacción de agua y con ello tener un doble uso.
Las estufas Lorena están de moda en
Ixcatán y hasta las mujeres se reúnen en torno para intercambiar
recetas, echar tortillas y chismear.
Todas recuerdan con gusto el primer guiso de espinazo que hicieron en casa de Susana quien fue encargada del proyecto.
Hasta hoy son 48 las estufas construidas en la zona. 36 en Ixcatán y otras 12 en la comunidad de Huaxtla.
Y es que en Ixcatán consideran que la
recuperación de sus tradiciones culturales -entre ellas la de la
gastronomía- y el uso eficiente de sus recursos naturales es parte de
una estrategia de defensa integral del territorio.
Por ello las mujeres elaboraron un
recetario con productos de La Barraca y un catálogo de plantas y maderas
que les permite saber cuándo se cultivan algunas de la legumbres y con
qué se puede cocinar.
Cualquiera podría decir que una estufa de
leña no es lo mejor para una comunidad que vive en acoso de su
territorio y cuyo entorno se encuentra limitado por amenazas al medio
ambiente.
Pero existe la conciencia en las mujeres
de Ixcatán de que la leña es sólo para el autoconsumo y que la tala de
combustibles se hace sólo en árboles que necesitan poda.