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viernes, 19 de octubre de 2012

La urbanización del Gachupín, un riesgo ecológico para la ZMG, advierte estudio


Aseguran que el cerro no es apto para la edificación por su composición geológica. Foto La Jornada Jalisco
Vecinos advierten que afectaría los mantos acuíferos de la ciudad y a la fauna y flora de la región
Darío Pereira/La Jornada Jalisco.-Desde hace tres años, habitantes de las colonias Pinar de la Calma, Las Águilas, El Sauz, Fraccionamiento del Tesoro y Loma Bonita Ejidal -en sus secciones de Tlaquepaque y Zapopan–, conformaron el Comité Pro Defensa del Parque del Tesoro para expresar su desacuerdo con la urbanización que enfrenta la zona conjunta del Cerro del Gachupín y el Cerro del Tesoro; un área de más de 112 hectáreas que hasta hace un tiempo era de esparcimiento para ellos y a la que ahora se les ha negado la entrada.
“Estamos realizando muchos proyectos que embellecerán y beneficiarán al cerro”, se lee en un mensaje colgado de una malla ciclónica que cerca el cerro del Gachupín y divide a los municipios de Tlaquepaque y Zapopan. “Por la seguridad de todos hemos cerrado los accesos”, concluye.
Tras él, las máquinas excavadoras y una calle ya edificada –pero sin destino aún–, parecen adelantar el paisaje en el que se convertirá, ante la oposición vecinal, esa área verde situada al sur de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Con el inicio de los trabajos de construcción del Santuario de los Mártires, en el año 2007, poco más de 18 hectáreas fueron donadas al proyecto por la familia Aguilar Valencia, quien ostenta su propiedad, aunque alrededor de ella hay una serie de conflictos legales en proceso.
La inconformidad se incrementó con el proyecto de un nuevo fraccionamiento impulsado por la compañía  Inver Desarrollos Inmobiliarios S. A., en la ladera que da hacia la colonia Pinar de la Calma, por lo que sus vecinos han emprendido una serie de acciones –reuniones, marchas y ruedas de prensa– con la intención de detener el proyecto.
A petición de los colonos, el Instituto de Derecho Ambiental (Idea) A.C., realizó un dictamen socioambiental sobre las consecuencias que tendría la concreción de los proyectos habitacionales  planeados, el cual fue dado a conocer esta semana.
Según el estudio, que corrió a cargo de las doctoras Raquel Gutiérrez Nájera y Aída Alejandra Guerrero, de transformarse esta área forestal en una urbana, habrá implicaciones negativas en la recarga de los mantos acuíferos de la metrópoli, se reducirán las áreas verdes disponibles por habitante, aumentará el flujo vehicular –y por ende la emisión de contaminantes y el ruido–, además de que generará daños a la fauna de la zona.
Igualmente, auguran peligros para los pobladores que eventualmente lleguen a los fraccionamientos, dado que la composición geológica de los cerros es de origen volcánico, por lo que, afirman, no son aptos para la edificación.
A decir del Idea, tras los trabajos en desarrollo, “la erosión del suelo provocada por la pérdida de cobertura vegetal, ha generado el lavado de sedimento y la pérdida de suelo por el arrastre de agua desde las partes altas hacia las bajas, donde se incorporan los sedimentos a los drenajes de la zona urbana”. Hasta el momento, estiman en un 50% la pérdida del arbolado del lugar.
Lo académico, ya se ha traducido en una realidad para los vecinos de la zona. Durante el pasado temporal de lluvias los diques formados con costales –colocados en las laderas del cerro por la propia constructora– no evitaron que se registraran deslaves en el lugar y que las casas aledañas quedaran inundadas tampoco lograron contener las corrientes que cargadas de tierra y rocas alcanzaron a las partes bajas –ya habitadas– del lugar.
Los vecinos consideran que el quedarse sin un área verde traerá impactos negativos en el tejido social, conformado por entre 50 mil y 60 mil personas que, estiman, habitan las colonias circundantes.
“Dada su ubicación, el cerro del Gachupín favorece tanto a colonias de altos recursos económicos como a zonas deprimidas socialmente, como El Sauz. En esta tesitura, la existencia de un espacio verde como el cerro del Gachupín, tiene una importancia social y ambiental estratégica para el desarrollo de esta región urbana que abarca desde Pinar de la Calma hasta Toluquilla, cuyos acuíferos abastece”, se lee en el informe.
Argumentan también que la construcción de los nuevos fraccionamientos se da fuera del marco legal, pues, en 1982 el Congreso del Estado aprobó el Plan de Ordenamiento de la Zona Conurbada de Guadalajara y la Declaratoria de Reservas, Usos y Destinos de sus Áreas y Predios, el cual declaró al cerro del Gachupían –junto con otros 16 accidentes geográficos– como Áreas de Conservación, destinadas a mantener el equilibrio ambiental dadas sus características naturales.
Los colonos aducen que por esto, así como el hecho de que es un ecosistema compartido entre Tlaquepaque y Zapopan, los terrenos deben estar sujetos a una política de protección estatal y que no sólo este primer municipio debe de tomar las determinaciones sobre la zona.
Por su parte, el alcalde de Tlaquepaque, Alfredo Barba, aseguró que las empresas inmobiliarias cuentan con todos los permisos necesarios, por lo que está impedido para parar el proyecto de forma unilateral.
“Yo arbitrariamente no puedo detenerlos, ni clausurarles, ni cancelarles las licencia. “Ellos (los vecinos) hablan de un deterioro ecológico en la zona, es un terreno propiedad privada y se ven afectados de 10 a 15 árboles (…) También hay que ver que se necesita desarrollo en este país y en este municipio”,  indicó.
Por todo lo anterior, el Idea y los habitantes de la zona hicieron una propuesta a Aristóteles Sandoval Díaz para que, dentro de su próximo periodo de gobierno, se abra la posibilidad de “que se aplique una política de protección y conservación de este ecosistema, para lo cual se expropie por causa de utilidad pública, o en su defecto se apliquen las modalidades de orden público y se limiten los usos del suelo para conservación”.
Por el momento, en espera de respuestas que no llegan, los vecinos continúan organizándose para lograr que las cercas desaparezcan y las calles se deconstruyan  para volver a disfrutar de un área verde que ya ha sido, en parte, devastada.