Vecinos advierten que afectaría los mantos acuíferos de la ciudad y a la fauna y flora de la región
Darío Pereira/La Jornada Jalisco.-Desde
hace tres años, habitantes de las colonias Pinar de la Calma, Las
Águilas, El Sauz, Fraccionamiento del Tesoro y Loma Bonita Ejidal -en
sus secciones de Tlaquepaque y Zapopan–, conformaron el Comité Pro
Defensa del Parque del Tesoro para expresar su desacuerdo con la
urbanización que enfrenta la zona conjunta del Cerro del Gachupín y el
Cerro del Tesoro; un área de más de 112 hectáreas que hasta hace un
tiempo era de esparcimiento para ellos y a la que ahora se les ha negado
la entrada.
“Estamos realizando muchos proyectos que
embellecerán y beneficiarán al cerro”, se lee en un mensaje colgado de
una malla ciclónica que cerca el cerro del Gachupín y divide a los
municipios de Tlaquepaque y Zapopan. “Por la seguridad de todos hemos
cerrado los accesos”, concluye.
Tras él, las
máquinas excavadoras y una calle ya edificada –pero sin destino aún–,
parecen adelantar el paisaje en el que se convertirá, ante la oposición
vecinal, esa área verde situada al sur de la Zona Metropolitana de
Guadalajara.
Con el inicio de los trabajos de
construcción del Santuario de los Mártires, en el año 2007, poco más de
18 hectáreas fueron donadas al proyecto por la familia Aguilar Valencia,
quien ostenta su propiedad, aunque alrededor de ella hay una serie de
conflictos legales en proceso.
La inconformidad se incrementó con el
proyecto de un nuevo fraccionamiento impulsado por la compañía Inver
Desarrollos Inmobiliarios S. A., en la ladera que da hacia la colonia
Pinar de la Calma, por lo que sus vecinos han emprendido una serie de
acciones –reuniones, marchas y ruedas de prensa– con la intención de
detener el proyecto.
A petición de los colonos, el Instituto
de Derecho Ambiental (Idea) A.C., realizó un dictamen socioambiental
sobre las consecuencias que tendría la concreción de los proyectos
habitacionales planeados, el cual fue dado a conocer esta semana.
Según el estudio, que corrió a cargo de
las doctoras Raquel Gutiérrez Nájera y Aída Alejandra Guerrero, de
transformarse esta área forestal en una urbana, habrá implicaciones
negativas en la recarga de los mantos acuíferos de la metrópoli, se
reducirán las áreas verdes disponibles por habitante, aumentará el flujo
vehicular –y por ende la emisión de contaminantes y el ruido–, además
de que generará daños a la fauna de la zona.
Igualmente, auguran peligros para los
pobladores que eventualmente lleguen a los fraccionamientos, dado que la
composición geológica de los cerros es de origen volcánico, por lo que,
afirman, no son aptos para la edificación.
A decir del Idea, tras los trabajos en
desarrollo, “la erosión del suelo provocada por la pérdida de cobertura
vegetal, ha generado el lavado de sedimento y la pérdida de suelo por el
arrastre de agua desde las partes altas hacia las bajas, donde se
incorporan los sedimentos a los drenajes de la zona urbana”. Hasta el
momento, estiman en un 50% la pérdida del arbolado del lugar.
Lo académico, ya se ha traducido en una
realidad para los vecinos de la zona. Durante el pasado temporal de
lluvias los diques formados con costales –colocados en las laderas del
cerro por la propia constructora– no evitaron que se registraran
deslaves en el lugar y que las casas aledañas quedaran inundadas tampoco
lograron contener las corrientes que cargadas de tierra y rocas
alcanzaron a las partes bajas –ya habitadas– del lugar.
Los vecinos consideran que el quedarse
sin un área verde traerá impactos negativos en el tejido social,
conformado por entre 50 mil y 60 mil personas que, estiman, habitan las
colonias circundantes.
“Dada su ubicación, el cerro del Gachupín
favorece tanto a colonias de altos recursos económicos como a zonas
deprimidas socialmente, como El Sauz. En esta tesitura, la existencia de
un espacio verde como el cerro del Gachupín, tiene una importancia
social y ambiental estratégica para el desarrollo de esta región urbana
que abarca desde Pinar de la Calma hasta Toluquilla, cuyos acuíferos
abastece”, se lee en el informe.
Argumentan también que la construcción de
los nuevos fraccionamientos se da fuera del marco legal, pues, en 1982
el Congreso del Estado aprobó el Plan de Ordenamiento de la Zona
Conurbada de Guadalajara y la Declaratoria de Reservas, Usos y Destinos
de sus Áreas y Predios, el cual declaró al cerro del Gachupían –junto
con otros 16 accidentes geográficos– como Áreas de Conservación,
destinadas a mantener el equilibrio ambiental dadas sus características
naturales.
Los colonos aducen que por esto, así como
el hecho de que es un ecosistema compartido entre Tlaquepaque y
Zapopan, los terrenos deben estar sujetos a una política de protección
estatal y que no sólo este primer municipio debe de tomar las
determinaciones sobre la zona.
Por su parte, el alcalde de Tlaquepaque,
Alfredo Barba, aseguró que las empresas inmobiliarias cuentan con todos
los permisos necesarios, por lo que está impedido para parar el proyecto
de forma unilateral.
“Yo arbitrariamente no puedo detenerlos,
ni clausurarles, ni cancelarles las licencia. “Ellos (los vecinos)
hablan de un deterioro ecológico en la zona, es un terreno propiedad
privada y se ven afectados de 10 a 15 árboles (…) También hay que ver
que se necesita desarrollo en este país y en este municipio”, indicó.
Por todo lo anterior, el Idea y los
habitantes de la zona hicieron una propuesta a Aristóteles Sandoval Díaz
para que, dentro de su próximo periodo de gobierno, se abra la
posibilidad de “que se aplique una política de protección y conservación
de este ecosistema, para lo cual se expropie por causa de utilidad
pública, o en su defecto se apliquen las modalidades de orden público y
se limiten los usos del suelo para conservación”.
Por el momento, en espera de respuestas
que no llegan, los vecinos continúan organizándose para lograr que las
cercas desaparezcan y las calles se deconstruyan para volver a
disfrutar de un área verde que ya ha sido, en parte, devastada.