Julio Ríos.-
Luego de haber visto en algunos medios de comunicación fotografías de Fernando Guzmán Pérez Peláez con un salvavidas inflable en la cintura y enfundado en unos shorts y unas sandalias –azules obviamente y que quizá jamás vuelva a ponerse– conviviendo en un conocido balneario, de los que son frecuentados por las clases populares, me hizo reflexionar que además de la ya clásica demagogia en las promesas desbordadas de los candidatos, durante este proceso electoral estaremos bombardeados de imágenes similares; todas llenas de simulación.
Según el comunicado oficial, Guzmán estuvo en Agua Caliente “donde disfrutó los últimos días vacacionales en compañía de su familia, asimismo se dio tiempo para saludar a los ahí presentes, posar para la foto y convivir con los visitantes”. Hasta la redacción del boletín es más falsa que Britney Spears.
Este tipo de simulacros obviamente no es exclusivo de los panistas, sino que hemos visto que todos los candidatos caen y caerán en escenitas similares. Los políticos están cada vez más distanciados del pueblo y de la realidad que vive “la raza” de a pie; por eso intentan aparentar lo que no son.
Es así como hemos visto candidatos saludando a indigentes, niños de la calle o clientela de los tianguis y quizá al llegar a su Suburban se laven con alcohol las manos. La ya clásica foto de candidatos abrazando a una viejita o a un chiquitín son también perlas visuales que quedan para la posteridad.
Quizá los políticos piensan que los votantes son retrasados mentales. Quizá creen que la gente no se da cuenta de que en su vida cotidiana no comen tostadas con atún, sino que prefieren el bifé de chorizo o el vacío en conocidos restaurantes argentinos, donde un platillo cuesta lo mismo que el sueldo quincenal de un obrero.
Ahora resulta que hasta hacen deporte en la Vía RecreActiva; y sonríen cuando paladean tacos de barbacoa o birria de chivo; a pesar de que sus hábitos alimenticios son más refinados y seguro prefieren el fetuccini al pomodoro.
¿A poco entienden a la gente que compra tenis de 60 pesos en el centro de la ciudad cuando calzan mocasines Prada o Armani? ¿A poco están cercanos de la gente cuando uno de sus cinturones Salvatore Ferragamo cuestan el doble de lo que gana un profesor rural en una quincena? ¿A poco no les dan ganas de taparse las narices cuando pasan por los tugurios de la Calzada siendo que ya se acostumbraron a las fragancias Ralph Lauren? ¿Y ahora sí se paran por San Juan de Dios a pesar de que compran todo en Andares o en la Ciudad de México?
Platicando sobre este tema con el maestro Jaime Preciado Coronado, prestigioso analista político de la Universidad de Guadalajara nos reímos un poco, pero ya en plan serio me comentaba al respecto: “la tentación del populismo en los políticos no es la de impulsar programas de alcances para la mayoría, sino que va con la tesitura de la simulación, que ha sido uno de los lastres que más ha dañado a la democracia”
Ese es el verdadero populismo, el de quienes fingen lo que no son. Es una máscara amable que dura sólo tres meses. El resto del tiempo el verdadero rostro seguro será otro.
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