Érika Ramírez / Rubén Darío Betancourt, fotos / enviados Contralinea  / Zapateando
 
Temacapulín, Jalisco. Vive a salto de mata,
 amenazado de muerte. Dice que su trabajo con los pobladores de seis 
comunidades en Mazatlán, Sinaloa, ha incomodado a funcionarios de 
gobierno del estado y del federal. El temor que le sobresalta se 
justifica luego del asesinato de 19 de sus compañeros de lucha. Las 
autoridades dicen que fueron víctimas del fuego cruzado en la “guerra” 
contra el narcotráfico, emprendida por la Presidencia de la República 
desde diciembre de 2006. Él lo atribuye al activismo en contra de la 
construcción de la presa Picachos.
Octavio Román Tirado es uno de los 4 mil 
desplazados de las comunidades Copales, El Placer, San Marcos, Puerta de
 San Marcos, Casas Viejas e Iguanas y los municipios de Mazatlán y 
Concordia. La migración forzada de 800 familias inició luego de que las 
aguas de la presa construida por la Comisión Nacional del Agua (Conagua)
 y el gobierno estatal inundaron sus viviendas en octubre pasado.
Presidente de la Comunidad de San Marcos,
 Román Tirado no puede regresar al lugar donde fue reubicado. Ahí dejó a
 su esposa e hijos, casa, ganado, empresa. “¡Tienes que quitarte de en 
medio; el que sigue eres tú!”, dijo una voz masculina que había marcado a
 su teléfono móvil. La advertencia lo dejó frío. Sabe que la amenaza 
podría cumplirse en cualquier momento, pues ya ha sido golpeado y 
allanada su vivienda.
“Tenemos pueblos que fueron masacrados 
por un gobierno insensible, que construyó una presa sin darle a la gente
 lo más elemental. Son cinco años de lucha permanentemente”, dice a Contralínea.
El 22 de mayo de 2005, representantes de 
los tres niveles de gobierno –municipal, estatal y federal– hicieron un 
compromiso con los pobladores que serían afectados por la presa que se 
levantaría en una cortina de 35 metros de altura y una longitud de 
corona de 817 metros.
Ofrecieron vivienda digna, desarrollo 
social, carreteras, pueblos urbanizados, con servicios médicos, escuelas
 e indemnización por las pérdidas económicas que sufrieran. La 
resistencia de los pueblos no se hizo esperar. Ahí comenzó todo un 
movimiento social que tomó las playas de Mazatlán, el Congreso estatal, 
avenidas principales y edificios de gobierno.
Nada echó para atrás el proyecto 
gubernamental financiado a través del Fondo de Infraestructura 
Hidráulica de Sinaloa –constituido por el gobierno federal a través de 
la Conagua y el gobierno de Sinaloa–, y que significó una inversión de 
802 millones de pesos.
La presa, concluida en 2009, se llenó con
 las lluvias que dejó a su paso el huracán Alex. Carente de estudio de 
impacto ambiental, cambio de uso de suelo y trámite expropiatorio de los
 terrenos afectados, las aguas de la construcción arrasaron con las 
primeras comunidades que se encontraban a su paso.
El desalojo no sólo ocurrió por la 
inclemencia del tiempo. Elementos de las policías federal y estatal 
sacaron a los colonos de sus viviendas. “Lo hicieron con mucha 
violencia: con gases lacrimógenos, golpearon mujeres embarazadas, hubo 
compañeros a quienes les quebraron sus brazos y pies”, recuerda Octavio.
“Hoy, tenemos a más de 100 personas que 
se tuvieron que salir del pueblo por las amenazas. Son gente que ha 
luchado contra el gobierno y por amenazas de muerte han tenido que huir 
del pueblo, para no ser asesinados”, relata.
Millones de afectados por grandes diques

Cálculos
 de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente indican 
que, hasta 2000, en México se registraron más de 170 mil desplazados por
 la construcción de represas, resultado del levantamiento de tan sólo 20
 de más de 4 mil proyectos que hay en el país. Mientras, los afectados 
por este mismo tipo de edificaciones en América Latina llegan a 580 mil 
595 personas, con 62 obras de este tipo.
 
La organización internacional 
–representada en México por Astrid Puentes Riaño– calcula que son 170 
mil 625 mexicanos los que han tenido que abandonar sus lugares de origen
 para dar paso a la construcción de estos grandes diques. Es decir que 
el 29 por ciento de la población damnificada en Latinoamérica radica en 
el país.
Estadísticas del agua en México, edición 2010. 10 años de presentar el agua en cifras,
 informe editado por la Conagua, indica que la infraestructura 
hidráulica con que cuenta el país tiene 4 mil 462 presas y bordos de 
almacenamiento, de las cuales 667 están clasificadas como grandes 
presas, de acuerdo con la definición de la Comisión Internacional de 
Grandes Presas.
“La capacidad de almacenamiento de las 
presas del país es de aproximadamente 150 mil millones de metros 
cúbicos”. En tanto que el volumen almacenado anualmente en las 100 
principales presas representa casi el 79 por ciento a nivel nacional.
Tres de la primera centena fueron 
edificadas en las administraciones panistas de Vicente Fox Quesada y 
Felipe Calderón Hinojosa: El Cajón, 2006; Rompepicos, 2004; Las Blancas,
 2000.
El documento Proyectos estratégicos de la Conagua
 –elaborado por la Subdirección General de Agua Potable, Drenaje y 
Saneamiento– indica, al 20 de agosto de este año, que entre las 
principales construcciones que tiene planeadas concluir la 
administración de Felipe Calderón se encuentran El Zapotillo y El 
Purgatorio, en Jalisco; El Realito, en San Luis Potosí, y Paso Ancho, en
 Oaxaca.
Además, el 22 de octubre pasado, la 
Comisión Federal de Electricidad anunció que, durante 2011, se licitará 
el proyecto hidroeléctrico La Parota, en el estado de Guerrero. El 
director de la paraestatal, Alfredo Elías Ayub, aseguró que este 
proyecto es “prioritario”, por lo cual fue integrado al Presupuesto de 
Egresos de la Federación 2011.
Los desplazados
Gustavo Castro, director de la 
organización ambientalista Otros Mundos, expone que el principal impacto
 social que provoca la construcción de presas es el abandono del trabajo
 en la tierra y los diversos modos de producción que dependen de ella, y
 de los lugares en donde la población vive y se alimenta. “Cuando la 
población es desplazada, por lo general sale con lujo de violencia, con 
mucha represión. Los afectados son enviados a viviendas que son de muy 
mala calidad”, dice.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF,
 por sus siglas en inglés), la organización ambientalista más grande del
 mundo, calcula que el impacto social por la construcción de represas en
 todo el planeta es de 500 millones de personas, según indica en su 
informe Planeta vivo 2010-biodiversidad, biocapacidad y desarrollo.
El WWF indica que “la creciente demanda 
por la energía baja en carbono, el almacenamiento de agua y el control 
de las inundaciones son nuevas motivaciones para construir presas y 
otras infraestructuras en el mundo… Las infraestructuras hídricas pueden
 tener beneficios, pero también tienen impactos muy graves sobre los 
ecosistemas dulceacuícolas y sobre las personas que dependen de los 
servicios que proporcionan dichos ecosistemas”, muestra el documento.
Daños ambientales
El director de la organización Otros 
Mundos explica que también existe un impacto ambiental, ya que el agua 
de las presas es altamente contaminada, “consecuencia del arrastre de 
agroquímicos, la salinización de las obras, la muerte de peces en los 
embalses, la generación de gases de efecto invernadero y metano. Estos 
efectos tienen otras implicaciones, como problemas de salud, ya que las 
grandes presas generan enfermedades gastrointestinales, plagas y 
moscos”.
Juan Pablo Soler, integrante de la Red 
Latinoamericana Afectados por Represas y representante de Otros Mundos, 
capítulo Colombia, añade que, a nivel mundial, se ha demostrado que el 
impacto de las represas es el mismo en términos sociales y ambientales.
El ambientalista colombiano explica que 
algunas de las consecuencias que trae la construcción de represas son 
una gran ruptura del tejido social de las comunidades: tradiciones y 
valores culturales. También se acaba con los medios de subsistencia o 
sobrevivencia que tienen las comunidades, que generalmente viven en la 
rivera, los ríos o el cultivo de las comunidades rurales.
En Colombia, comenta, “la mayor parte de 
proyectos afectan a personas que carecen de ingresos, viven en extrema 
pobreza y no tienen títulos de propiedad. Esto ocasiona que no se les 
considere como afectados”.
Toda edificación de los contenedores de 
agua o generación de energía eléctrica, dice, “se basa en el discurso 
del desarrollo, de la atracción de progreso a las comunidades; en el 
marco de lo que plantea el Banco Mundial: los países tienen que ser 
competitivos e insertarse en la economía global”.
Luchas sociales
Marco Ramírez, originario de la comunidad
 de Ixcan, Guatemala, dice que, en el país centroamericano, actualmente 
la población se enfrenta a “cinco grandes problemas” y por los que 
luchan comunidades enteras.
El gobierno guatemalteco, dice, tiene 
planeada la construcción de las represas hidroeléctricas Xalalá y San 
Luis, mismas que hasta ahora están detenidas debido a la movilización 
social que se ha generado en esta zona. Éstas despojarían de sus tierras
 a alrededor de 50 comunidades, una población cercana a los 10 mil 
habitantes.
“Además, la construcción de una carretera
 que conforma la franja transversal del Norte. La siembra de la planta 
africana está provocando la venta de tierras a gente rica. A ello se 
suma el problema de la militarización y el narcotráfico; se está 
militarizando Ixcan con la intención de darle protección a estas 
empresas”.
El ambientalista chileno Antonio Belmar, 
de la Agrupación por Defensa del Corredor Biológico Nevado de Chillán, 
dice que, en el país suramericano, el agua se ha convertido en “un bien 
comercial, ya que el 99 por ciento de las aguas de los ríos está en 
manos de empresas extranjeras. La mayoría de los proyectos en Chile está
 financiado por fondos internacionales de Europa, principalmente con 
capitales de España, Noruega e Italia”.
Como efecto de la construcción de 
represas en Chile, dice Antonio Belmar, han sido desplazados los 
territorios mapuche, se han inundando cementerios y aldeas enteras, pese
 a la promesa de la Organización de las Naciones Unidas de que no se 
volverían a construir más diques en la zona.
Alcides Díaz, afectado por el proyecto 
hidroeléctrico San Francisco, en Ecuador, comenta que esta obra ha 
despojado a 700 personas en aquel país. “Se abandonaron los terrenos y 
ahora terminan con la minería y el petróleo que se generaba en la zona”.
Dice que el gobierno de Rafael Correa 
tiene contemplado instalar nueve hidroeléctricas más en la comunidad de 
Baños, una de las localidades más visitadas a nivel mundial. Con estos 
diques, critica, “de aquí a unos 15 años los niños van a tener que 
comprar garrafones de agua para poderse bañar”.
Esto demuestra que “no existe la 
democracia. Todo es un despilfarro de dinero. Favorecen a los que están 
al frente y el resto de la gente no les importa. Somos utilizados cada 
año que vienen las votaciones”.
Violaciones a los derechos ambientales y humanos
Los daños ambientales por la construcción
 de represas causan un “impacto grave y repetido a los derechos humanos 
de las personas y comunidades afectadas”, dice el informe Grandes represas en América. ¿Peor el remedio que la enfermedad?, de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente.
La organización indica que este tipo de 
proyectos desconocen las normas del derecho internacional ambiental, así
 como diversos estándares internacionales sobre el desarrollo y 
operación de represas.
Entre los impactos, destaca: afectaciones
 a la salud, pérdida de fuentes de alimentación y formas de vida 
tradicionales, desplazamientos forzados, inexistencia de evaluaciones de
 impacto ambiental y social integrales, carencia de procesos de consulta
 y participación pública, falta de acceso a la información, afectación a
 los derechos de los pueblos indígenas y tribales, criminalización de la
 protesta social, hostigamiento de las personas y comunidades que 
defiende sus derechos.
Los daños al ambiente
El informe Grandes represas en América. ¿Peor el remedio que la enfermedad?,
 editado por la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente 
con la organización International Rivers, indica que los principales 
impactos ambientales de las grandes represas son:
• Empeoramiento de la calidad y 
salubridad de las aguas, río arriba y río abajo por la modificación 
artificial de las cuencas hidrográficas.
• Degradación de los ecosistemas 
acuáticos. Al menos 400 mil kilómetros cuadrados de los ecosistemas 
ribereños más diversos del mundo se han perdido al ser inundados para 
crear represas.
• Impactos a la biodiversidad: afectaciones a especies de peces migratorios.
• Impactos en el cambio climático por el 
aumento en la emisión de gases de efecto invernadero, causados por la 
descomposición de materia orgánica inundada por la obra.
• Efectos sísmicos que las grandes 
represas y los embalses pueden producir por la alta presión del agua del
 embalse, lo cual puede lubricar las fallas tectónicas y reducir el 
rozamiento entre las superficies de las rocas subterráneas.
ONU estudia a México
Carlos de la Torre Martínez, oficial de 
Derechos Humanos de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones 
Unidas para los Derechos Humanos, anuncia que la organización mundial 
emitirá en 2011 un estudio sobre el derecho a la consulta en México.
El informe tendrá como eje principal la 
construcción de la presa El Zapotillo, en Temacapulín, Jalisco –que 
despojará de su lugar de origen a unas 800 personas–, y 10 proyectos más
 que se desarrollan en México, relacionados con presas, minas, 
concesiones de agua.
Lo que la oficina ha observado, dice de 
la Torre Martínez, “es que este tipo de proyectos tiene un impacto muy 
fuerte en las comunidades: se afectan su derechos al agua, a la 
vivienda, a la educación y a un nivel de vida adecuado.
“Desde el derecho internacional de los 
derechos humanos se ha construido un derecho a la consulta que les 
permite a las comunidades tener un diálogo directo con las autoridades, 
para ser tomados en cuenta cuando se hacen estos proyectos. En México, 
existe un vacío, es decir, nuestra Constitución tiene un reconocimiento 
débil de este derecho a la consulta.
“El impacto social que tienen estos 
proyectos tienen que ser parte de la política pública del Estado. No se 
rechaza la construcción de grandes proyectos, pero éstos deben de estar 
en el marco de la protección a los derechos humanos y de las personas”, 
dice el funcionario de la ONU.
Se solicitó entrevista con Felipe 
Arreguín, subdirector técnico de la Conagua, a través de Fernando Melo, 
jefe de Atención a Medios. Asimismo, con Alfredo Elías Ayub, director de
 la Comisión Federal de Electricidad, mediante Gerardo Cubos, subgerente
 de Información, sin que hasta el cierre de la edición se haya obtenido 
respuesta.