JORGE COVARRUBIAS/La Jornada Jalisco
La última cosecha de maíz de los hermanos Sánchez Martínez, Víctor y Francisco, resultó excelente y la tierra está lista para volver a sembrar aunque el temporal de lluvias terminó hace un par de meses. Observan con satisfacción las toneladas de milpa que ha recortado una trilladora para procesar el grano.
Según las cuentas de Víctor, el mayor de los hermanos, en los dos últimos años consiguieron triplicar la producción a pesar de la reducción de apoyos en los programas gubernamentales dirigidos al campo y lo tortuoso de la tramitología, casi 230 toneladas comparadas con las 60 o 70 que cultivaban a principios del 2000.
Potrero de Providencia, ubicado en el antiguo Valle de Tesistán, es el nombre del ejido en el que al menos una decena de propietarios continúa con la siembra del maíz, y de los pocos que ha sobrevivido a la creciente urbanización con desarrollos inmobiliarios. Forma parte del Ejido de Tesistán que llegó a tener hasta 450 hectáreas cultivables, y de las que hoy sólo se conservan 60 para ese fin.
La semana pasada, justo en el cierre de la consulta pública para la actualización de los Planes Parciales de Desarrollo Urbano del municipio de Zapopan, Víctor se enteró por el regidor del PAN Jerónimo Díaz, que en uno de esos documentos está trazada una avenida de 60 metros de ancho y casi un kilómetro de longitud que pasaría a través de sus parcelas, afectando el 70 por ciento de ellas.
Se trata de la continuación de la antigua carretera a Colo-tlán, a la que el gobierno de Zapopan pretende darle salida por el Camino Viejo a Tesistán y conectarla con la carretera a Nogales, para favorecer el comercio y los nuevos asentamientos.
El hombre se fue de inmediato a la presidencia municipal a preguntar en qué consiste el proyecto y anticiparle a las autoridades responsables que no está dispuesto a negociar sus tierras. No recuerda el nombre del funcionario que le atendió, pero se refiere a él como “el arquitecto”, quien le confirmó los planes para continuar la avenida y ampliarla a diez carriles.
Vino el remolino y nos alevantó
Por principio de cuentas le informaron que el Plan Parcial de Desarrollo Urbano que afecta sus parcelas se aprobó hace seis años, al final de la administración del priísta Arturo Zamora Jiménez, y lo único que ha hecho el presente gobierno es ratificarlo. Le dijeron también que su inconformidad será estudiada al seno de una comisión de técnicos, y el veredicto será irrefutable.
Le hablaron de viviendas, de la posibilidad de hacer negocios, de que podría convertirse en un próspero comerciante, pero faltó lo más importante; en ningún momento de esa reunión le insinuaron una indemnización como reparación de daños.
Víctor afirma que no le interesa el dinero, que no le importa la cantidad de ceros que le pongan enfrente. Cuando se expresa de sus parcelas, lo hace como si existiera una comunión celestial entre él y la tierra.
“Es algo que no entenderían”, dice.
Su hermano Francisco es más contundente: “Yo siempre he tenido en mente todo esto, sobre todo en las tierras ejidales; costaron sangre, no la nuestra, la de nuestros antepasados, ellos dieron su vida para que uno tuviera un pedazo de vida donde sembrar, entonces yo considero que aquellas gentes que dieron su vida no tienen precio. A qué tipo de arreglo puede uno llegar cuando está negociando con sangre”.
Víctor recuerda que hace 10 años cuando los desarrolladores inmobiliarios comenzaron con la compra de tierras ejidales, salían maltratados de la casa de su padre. El señor no toleraba la mínima insinuación de venta. En ese entonces el metro cuadrado de tierra lo pagaban a 500 pesos y hubo algunos propietarios que se llevaron hasta 6 millones de pesos por hectárea.
Les pareció una fortuna y muchos derrocharon el dinero en viajes, camionetas, “se iban a Talpa de Allende, a Temastián, se dieron lujos y en tres años ya no tenían nada”, precisa el hombre de tez morena.
Víctor y Francisco, de 53 y 51 años respectivamente, encarnan la tercera generación de agricultores de maíz en Tesistán, su abuelo Francisco Sánchez Presa comenzó la historia hace más de 70 años y después la siguió su padre, Francisco Javier Rivera, un hombre que a los 8 años de edad tuvo que irse a labrar la tierra para completar los ingresos de la familia.
“Imagínate un niño de 8 años trabajando estas tierras con yunta, con troncos, con caballos, con mulas, con 8 años trabajando esto para que lleguen y lo quiten”, le brotan las lágrimas al decir esto.
Potrero de Providencia está rodeado ya de fraccionamientos de alta densidad, cuyas viviendas están a la venta en más de un millón de pesos, y asentamientos irregulares que aún no cuentan con la introducción de drenaje y agua potable. Es el caso de Jardines de Providencia, colindante con las parcelas de Víctor, donde el trazado de calles polvorientas y fincas incipientes comienzan a vislumbrar una nueva colonia.
Pequeñas granjas y el denominado Rancho Agua Zarca, dedicado a la crianza y domesticación de caballo español armonizan con el entorno, pero también se ven amenazados con la urbanización.
Los ejidatarios culpan al Comisariado de Bienes Ejidales de Tesistán de haber facilitado la conversión de tierras de cultivo en desarrollos urbanos. Se refieren en particular a Francisco Sánchez Casillas, conocido con el mote de El Chino, quien fue comisariado ejidal en tres ocasiones y regidor de Zapopan en anteriores administraciones.
“Están coludidos con los traficantes de terrenos”, coinciden los entrevistados.
Anteriormente el maíz se comercializaban con Boruconsa (Bodegas Rurales de la Conasupo) organismo ya desaparecido que garantizaba precios accesibles al público. Actualmente los compradores son algunos acaparadores que especulan con el costo de los granos, admite Víctor.
Y hace más de 40 años toneladas de maíz eran depositadas en tres graneros con forma de cono que se localizan en el primer cuadro del poblado de Tesistán.